martes, 31 de enero de 2012

Oficialista, vehemente y con mi coherencia a cuestas.

Mi blog es mi caja de música (a veces afinada y otra berreante) de pensamientos. Es la forma que tengo de juntar sensaciones, de pensamientos y de vivencias. Sé que acabarán exponiéndose y acabarán siendo juzgados pero ¡qué es una persona que piensa más en el qué dirán que en expresar libre y coherentemente lo que cree! Supongo que no es nada. Ni nadie.
Dice mi compañero, y sin embargo amigo, Rafa que la tierra gira, que no hace falta dar saltos porque, en un momento u otro de su recorrido pasará por delante de ti. O lo que es lo mismo, coherencia.
Es verdad que hay crisis, es verdad que estamos en la era de las comunicaciones, de las redes sociales, de muchas cosas que han aparecido casi por generación espontánea y que han sido  un alud de información y posibilidades. Y es verdad que, en demasiadas ocasiones hemos cambiado principios por circunstancias. Y no es malo siempre y cuando sepamos dónde tenemos el punto de referencia de lo importante y no lo perdamos de vista.
Viví el “Congresillo” de Cantabria con ansia, con expectación, cautela y, al final, son sabor agridulce. Más allá del ejercicio de debate, de ideas, de ganas de cambiar, un poco más de lo mismo.
Sé que me acusarán de ser sectaria o de sólo haber escuchado a una de las partes, pero es porque a muchos les encanta hacerse trampas al solitario. A mí no me gustan. Yo soy más de juegos de equipo . Y sí, he escuchado a todo el mundo, muchas veces. Y tras escuchar, vivir, sentir y padecer, confieso que me siento perpleja ante la capacidad de urdimbres, la costumbre de hacer justo lo contrario de lo que se dice y, sobre todo, sin atisbo de rubor.
A los que tenemos claro qué es la coherencia, nos extrañan ciertos hábitos. Y, si además creemos que hay que ser consecuente con lo que se dice y hace, la perplejidad nos lleva a la imagen de la vaca mirando al tren.
Ver cómo hay compañeros, miembros de la Ejecutiva Regional saliente decir que se hicieron mal las cosas y dar lecciones que lo que hay que hacer desde la tercera o vigésimo quinta vía -llámese familia para entendernos-, no tiene desperdicio. Es decir, que tras cuatro años, se hizo la luz (caprichos del destino).
La pregunta obvia es ¿y por qué no plantearon la solución entonces? ¿En qué momento se hizo la luz? ¿No es engañar a los que representaban en ese órgano? ¿Por qué permitieron llegar a estos extremos?
Si uno ve las notas de prensa, ve las fotos (para no caer en la tentación de leer “malvados” medios de comunicación), se acuerda de las historias pasadas, de las acciones de anteayer y de las conversaciones de hoy. Y entiende menos todavía.
En Cantabria las mayorías socialistas son de 50,1% condicionadas al “ya veremos si los que ganan hacen lo que yo creo que tienen que hacer para que yo me sienta integrado.” ¿Y por qué no ha habido integración antes cuando todos y todas formaban parte de una Ejecutiva plagada de jóvenes y mujeres? ¡Pues vaya usted a saber!
Los que se arrogan el diálogo, las soluciones, el desvelo por los militantes son los mismos que, sin ápice de rubor, aplaudían y consentían. Aprovechan la vulnerabilidad de quien en su labor de oposición lo pasa mal para sumarle al carro de los que hasta anteayer ni hubieran mirado a la cara porque ni les sonaba.
Pedimos un partido horizontal, pero exigimos responsabilidades de arriba a ¡arriba! Porque, abajo, nadie tiene más culpa. Algunos, probablemente, aprovechando el “haz de luz” descubran caras que ni conocían. Otros, que perdieron, se sentirán desamparados ejerciendo la labor de oposición que los demás llevamos a cabo con la dignidad y el respeto que debería dar ser el garante de los votos de la gente que confió en nuestra capacidad de representarles.
Es ésto lo que nos aleja de los votantes. Y de los propios militantes.
Soy “oficialista” por obra y gracia de los que me han demostrado, con palabras y hechos, que es el sitio más coherente donde estar. Enfrente, ni entiendo los “ligues” ni la actitud quinceañera, incluso de edad del pavo que, con la rebeldía típica de la adolescencia, pide a los demás justo lo contrario de lo que ella hace. No importa el pasado si el presente suma números para la victoria.
Claro que hay que corregir muchas cosas porque, no nos olvidemos, somos los responsables (todas y todos) de nuestros errores y de nuestros aciertos.
Nuestro futuro sólo depende de nosotros y nosotras, de nuestras ganas de demostrar que “democracia”, “integración”, “unidad” y “trabajo” no son palabras huecas. Tenemos que encargarnos de llenarlas de significado y contenido.
Dentro de las opciones personales he optado por la vehemencia (a veces me busca líos pero la mayoría de las veces me sirvió para sobrevivir), por la lealtad (lealtad de la buena, de la que cree que la crítica constructiva es necesaria para mejorar) y la coherencia.
Acabo con una frase: nunca y siempre son términos que no son válidos en medicina

viernes, 20 de enero de 2012

Hace algún tiempo escribí esta nota en uno de esos días en los que se te cae el alma a los pies viendo y pisando la realidad de muchas personas que están más cerca de lo que suponemos.
Hoy, ese puente ya no está roto y ellos están atendidos. Es el socialismo rural, el que sale pocas veces en la televisión porque no conoce mítines, ni salas llenas ni corbatas. Conoce las témporas, el ganado, el transcurrir de la vida y los intentos de avanzar.


Hoy he vuelto a aquella casa. He pasado por el puente y he vuelto a ver aquella casa en aquella “llana” en una pendiente imposible, sin camino, ni carretera. Sólo prado.
El puente desde la carretera, desvencijado, el hierro que hace de suelo, roto, la barandilla, medio suelta. 10 minutos de cuesta imposible y de resbalones asegurados.
He llegado y él estaba sentado viendo pasar las horas. Ella en la cama, con una pierna rota. Se cayó por la pendiente cuando iba a por el pan. El hijo con las vacas en el mercado. Lo de él, demencia senil. Ella, resignación. Y los dos, abandono.
La casa, como es de esperar, sin silla de ruedas y ni sitio para que ruede la silla.
Y cuando he llegado y lo he visto y mientras le recogía un poco, le ayudaba a él y me preguntaba cómo podría estar allí pidiéndoles el voto. Se me caían las lágrimas aunque sé que no se veían ocultas, como estaban, en la oscuridad de la imposible limpieza y de un día cargado de niebla en la montaña.
Ella sólo pedía una pista, una carretera. Él poder hablar con alguien.
He cogido aire, he respirado hondo y me he prometido a mí misma que esa gente tendrá la pista seamos los ganadores o los perdedores. Esa gente tendrá un acceso digno sí o sí porque no sólo hay que hablar de Cantabria y llenarse la boca, hay que tener coraje para ver a este matrimonio y no caer.
Hay que tener cuajo para hablar de lo que uno quiere a las vacas y el poco aprecio que tiene a las personas.
Hoy, me siento un poco más orgullosa de hacer lo que hago. Sé que soy peleona, muy exigente, muy persistente y, a veces, malencarada con quienes intentan hacerme comulgar con ruedas de molino.
Pero sé que estoy en el lugar adecuado, en el sitio en que se me necesita y defendiendo las siglas del partido que se identifica conmigo. No seré yo la que territorialice el amor a mi partido porque, entonces, se me acabará de partir el corazón. Creo que tengo que acabar esto que empecé, creo que mi gente se merece que sigamos este camino juntos, de la mano y como les enseñé: con lealtad, humildad y trabajo.
Donde esté yo, las personas están por encima de los reclamos y de los intereses espurios de pertenencia.
He aprendido que por encima de cargos, nombres y medallas, están las personas. Manuel, Tito, Lorenzo, Toña, Delfi, Lolo, Chuchi y, cómo no, mi Rafa del alma. Esos que han demostrado que el socialismo son ellos, son ellos los que me han dado una lección de vida y de política que nunca les podré agradecer bastante.
El apoyo de mis compañeros, los de aquí pero sobre todo los de allí, aquellos sin los que no hubiera podido salir adelante cuando los anónimos, las amenazas y los insultos me podían aunque me hiciera la fuerte y no se me notaran. Esos que saben comprender mis arrebatos pero que saben que siempre estaré con ellos, para lo que necesiten.
Hoy ha sido uno de esos días que sirven para reafirmarse y saber que estoy donde debo estar. Le pese a quien le pese
La prueba fehaciente de que se puede renovar y traer aire fresco es querer trabajar por un proyecto sin renegar de él. Es querer más socialismo, mejor socialismo pero sin renegar del pasado que nos permita corregir errores y el futuro que se base en cimientos sólidos.
Son mujeres y hombres, jóvenes y mayores, niños y niñas que conforman una piña.


Mi mayor orgullo es poder aprender de los que saben, de los que lo vivieron para poder transmitírmelo. De las enseñanzas del "viejuco rojo" de 97 años que piensa que hago bien en apoyar a Rubalcaba. Que la correa de transmisión no se parta, depende de nosotros.

viernes, 13 de enero de 2012

Desde mi montaña. Mi apoyo a Rubalcaba

El mundo rural es un mundo de valientes hoy en día. Un mundo en el que las condiciones de vida son duras y en el que los esfuerzos, el trabajo y la vida tienen valores añadidos y concepciones distintas a las que se tienen en la urbe.
La concepción del mundo ha de cambiar como ha cambiado el del resto de la sociedad. Ya no es un mundo inmóvil y conformista. Los matriarcados y patriarcados se diluyen igual que la creencia que los que allí se encuentran se enteran  poco de lo que pasa en determinados ámbitos.
Por mi cargo, visito a diario valles y lugares imposibles. Y en estos años he visto la evolución. He visto cómo las políticas socialistas ayudaban a romper muchas fronteras injustas: accesos, sanidad, Ley de Dependencia, Educación, Igualdad, la brecha digital…Pueblos enteros cuya supervivencia estaba directamente relacionada con políticas progresistas que acercaran una mejor forma de vida en paisajes tan bellos como difíciles.
Los agricultores, ganaderos, productores rurales son ciudadanos acostumbrados a reinventarse. Y lo son porque tuvieron que hacerlo a tenor de las inclemencias de la vida. Murieron animales, se arruinaron cosechas, la granizada hundió la producción y la economía destruyó sueños de precios mejores. Pero no hubo día lluvioso que no acabara escampando.
¿Y por qué no aprender de ellos? Perdimos las elecciones y nos toca reinventarnos.
Yo no quiero otro Partido Socialista. Quiero a este partido por lo que fue, por lo que es y por lo que quiero que sea. Quiero un proyecto de todos y todas, quiero a mis mayores, a los jóvenes, quiero a los que aspiran a un mundo mejor, los quiero a todos.
Pero, no nos engañemos. El camino será duro. Las ventanas abiertas nos dejarán pasar aire y sol con el que calentarnos pero la travesía precisará de un buen equipamiento personal.
En este proceso congresual me he inclinado por Alfredo Pérez Rubalcaba. Apuesta personal basada en la confianza que siempre me inspiraron los que se arriesgaron por los demás, los que antepusieron el proyecto colectivo al propio. Un señor muy mayor (98 años), marcado por las arrugas del tiempo y con las marcas de tiempos pasados difíciles, socialista, me decía antes de las Elecciones Generales que le hubiera gustado decirle a Alfredo Pérez Rubalcaba que admiraba su valentía al presentarse a unos comicios que estaban complicadísimos. Me dijo que si los socialistas de su época no hubieran hecho lo mismo que Alfredo, ninguno de nosotros viviría como ahora ni aspiraría, como aspiramos, a conseguir un mundo mejor.
Para mí, el camino se demuestra andando. Considero un proyecto sólido el de Alfredo Pérez Rubalcaba, un proyecto lleno de propuestas, lleno de cambios que permitan abrir ventanas, la llegada de aire fresco pero también unas buenas botas con las que afrontar un camino agreste que nos conducirá a volver al socialismo que pedía mi viejuco.
Soy joven, soy mujer, tengo ilusiones, proyectos y sé que este camino que se inicia ahora se culminará con el mejor de los premios: la confianza de la gente. Alfredo, cuenta conmigo.