domingo, 26 de agosto de 2012

Fracking: un peligro de muerte y destrucción


El pez grande se come al chico. Y en el caso del Fracking o Fractura Hidráulica, las grandes compañías petrolíferas, lo intentan de nuevo.
 Saja-Nansa, Bezana-Bigüenzo y Luena, son los planes que, basándose en un “proyecto de investigación de interés general”,   pretenden llevar a cabo las compañías petrolíferas para extraer gas no convencional de estas zonas. Este proyecto que, en el año 2010 estuvo a exposición pública dos meses, no tuvo alegaciones lo que, sumado al visto bueno de los técnicos tanto del Ministerio como de la Consejería de Industria, le convirtió en un proyecto de obligada firma. No es un problema de colores políticos o de quién lo firmó, el problema es que la falta de alegaciones hizo que la firma fuera obligada dado que la Ley de Hidrocarburos está reglada. Señor Arasti, ustedes tampoco hicieron alegaciones a esta técnica, como hicieron con el Plan Eólico. No se trata de volver a hacer oposición a la oposición o intentar lavarse las manos con el ‘tonete’ infantil ese de “yo no he sido”. Se trata de defender la salud y los intereses de la ciudadanía aunque no sea más que por una vez.
Muchos estudios en universidades y organismos americanos y europeos concluyen que las sustancias que se utilizan junto al agua y la arena para conseguir romper las distintas capas del subsuelo son muy tóxicas. Productos como el benceno, el plomo y hasta veintiocho productos más que son probados o posibles carcinógenos humanos según la Ley de Agua Potable de EE.UU.
Hasta llegar a la bolsa de gas no convencional, se extraen toneladas de los líquidos resultantes de la mezcla del agua y los productos químicos que quedan depositados en una balsa de plástico para siempre ya que una vez que se extrae, si lo hubiera, el gas existente en la zona perforada, la empresa “levanta el campamento” dejando allí todos los restos extraídos de los distintos pozos. Es decir, que todos los productos cancerígenos descansarían en las tierras de la zona a expensas de que las balsas se rompan o que cualquier fenómeno meteorológico consiguiera que ese líquido potencialmente peligroso causara una debacle no sólo ecológica, sino ganadera y económica en unas zonas donde la ganadería, el turismo y el medio ambiente son la forma de vida de muchísimas personas en Cantabria.
El rechazo de los ayuntamientos y habitantes de esas zonas está siendo absoluto y unánime. Y también debiera serlo en Santander donde más de la mitad del abastecimiento del agua potable del que se nutre la capital procede de las cabeceras del Pas, donde se pretende ejecutar estos proyectos de investigación.
En Vega de Pas tenemos problemas de suministro de agua en los meses de verano debido al incremento de población durante esos meses y a las necesidades mayores de la actividad ganadera. No podemos permitirnos el lujo, primero, de prescindir de un agua que necesitamos para el consumo de personas y animales y, segundo, de permitir que esa agua que supone la vida y el motor económico de la zona se contamine y provoque una catástrofe de tal magnitud que supondría la desaparición de toda una actividad productiva y, lo más grave, de una forma de vida en la que el cuidado al medio ambiente y al paisaje ha dado pie a la belleza que se puede disfrutar en los Valles Pasiegos.
No queremos poner en riesgo la salud de las personas a quienes representamos. Y ellos, junto al futuro de esta tierra a la que queremos, es la fuerza que nos motiva y nos motivará a negarnos a permitir todo aquello que lo ponga en peligro.
Es tiempo de las energías renovables, esas que trabajan con el Medio Ambiente y no contra él. El tiempo de preservar recursos y formas de vida y existencia en unos tiempos en los que, a causa de la crisis, cada vez más gente tendrá que volver a trabajar en las tierras que abandonaron para buscar oportunidades de trabajo en otros sectores.
Lo que sí tengo claro es que NO es el tiempo del Fracking. No a costa de las personas, de su salud, de su vida o de su futuro. No sin que los que los representamos plantemos batalla contra esta técnica absolutamente perjudicial que no conlleva ningún beneficio y sí  muchos perjuicios.
Los Valles Pasiegos son un clamor contra esta técnica y las grandes petrolíferas deben saber que nos tendrán enfrente, con todo el peso que la ley y la administración nos proporcione pero, sobre todo, con el peso de la gente que vive y ama esta tierra.
Porque la unión será nuestra fuerza y esa fuerza preservará nuestro paisaje y nuestra forma de vida. Porque éste es un problema de todos y cada uno de los que dependemos del agua para sobrevivir

Tribuna publicada en el Diario Montañés