domingo, 15 de noviembre de 2015

Programas basura, tertulianos de basura, periodistas basura.

Lo peor que le puede pasar al ser humano es que se acostumbre a las barbaries, al dolor, que cosas como las sucedidas en París, en el Líbano, a diario en Siria o cada mujer asesinada víctima del terrorismo machista, no hagan daño cada vez que se producen.
Y las muestras de solidaridad son sanas. En este mundo en el que parece que se ha instaurado la competitividad hasta en la transmisión de sentimientos donde parecen que existen “entes superiores” que determinan el grado de hipocresía de los sentimientos de los demás y que se sienten con la capacidad –supongo que divina- de juzgar los dictados de corazón y principios de los demás, hasta mostrar sentimientos se ha convertido en una “actividad de riesgo”.
Porque si lamentas el asesinato de las mujeres víctimas del terrorismo machista, te conviertes en ‘feminazi’ –que suele ser en aquellos casos en los que la estulticia es la sustituta del conocimiento, aquellos casos en los que el interfecto desconoce qué es el feminismo y qué supuso el nazismo-, si lamentas los atentados de París, Líbano o el terror masivo y absoluto en Siria, algún enfermo de odio te dirá que lo que quieres es que lleguen yihadistas disfrazados de refugiados –literal, y no han sido ni una ni dos veces- .
¿Algunos de los que vomitan semejantes barbaridades se habrá parado a pensar que quienes ahora huyen de Siria y piden exilio es porque han visto morir a cientos de miles de personas de la misma forma en que lo hicieron ayer en París o el Líbano?
Escucharemos eso de que habrá yihadistas camuflados entre refugiados. Que el Islam mata y barbaridades semejantes que no hacen más que incendiar un fuego vivo.
Y lo harán en ‘prime time’, en programas de renombre y enfundados en esa mezcla de razón absoluta y mezquindad elevada a la máxima potencia que convierten minutos de televisión en una verdadero insulto a la inteligencia.
Y es que quienes no creen en la Igualdad ni en los derechos de la mayoría han visto en el drama parisino el terreno de juego perfecto para demostrar su capacidad de ejercer el más burdo fascismo sensacionalista, el que iguala a los terroristas de quienes huyen de ellos.
No sé si entre las hordas de personas que huyen de Siria en buscan aferrarse a la vida y no quedar sepultados en edificios bombardeados por fanáticos fascistas habrá yihadistas o no. Como tampoco sabemos si entre los policías que velan por nuestra seguridad hay traficantes de drogas o asesinos machistas. Tampoco si entre los farmacéuticos hay vendedores de sustancias prohibidas o si entre los físicos nucleares hay atracadores de bancos.
Las religiones no matan, lo hacen las personas. La Policía no vulnera libertades fundamentales, velan por ellas y así un larguísimo etcétera de obviedades que no lo son tanto cada vez que una tragedia como la vivida ayer sacude los cimientos de nuestro corazón.
Mientras escribo estas líneas no consigo sacarme de la cabeza al señor ‘periodista’ con patillas imposibles y tono chillón de escandalosa en telenovelas, pero no es el único ni el único culpable. Las televisiones y sus debates han decidido torturarnos con debates políticos entre periodistas que apuestan a sus caballos ganadores a costa de pervertir la información y convertirla en una granada de mano de espurios objetivos que me cuestan comprender. Mis ideas contra las del resto hasta el punto de convertir el periodismo en un concurso de presidentes de Club de Fans de emergentes contra tradicionales.
Hasta hace bien poco parecía que sólo los denominados programas de “corazón”  podían llegar al pódium de lo que llamamos programas basura pero algunos programas de “actualidad política” no les van a la zaga y están llegando a tal nivel competencial que cualquier día les veremos fundirse en uno solo y será Belén esteban quien rebata a Ferreras o similar.
Y todo lo aquí escrito, con excepciones, claro. Porque si no fueran por esas excepciones se haría muy complicado evitar renegar ser periodista. 
Que a nadie se le olvide que el mejor homenaje que se les puede hacer a las víctimas de cualquier terrorismo es la unidad para defender los principios del Estado de Derecho, memoria, dignidad, verdad y justicia.
La unión hace la fuerza. Tan vieja la frase y nunca tan actual.